jueves, 8 de abril de 2021

Hablar de mi forma de vestir también es MACHISMO

Como mujer, a lo largo de mi vida, y creo que todas se podrán identificar un poco, he experimentado distintas formas de crítica, sin mencionar los abusos físicos, por mi forma de ser, vestir, peinar, maquillar, pensar, etc… y conforme he crecido y madurado, esos comentarios han dejado de importarme. 

Pero hoy quiero no quiero quedarme callada.

 

Recientemente llegué a mi habitual clase de tenis con una falda nueva de marca conocida, talla S (como todas mis faldas y shorts), más larga de lo usual (unos 5cm sobre la rodilla, quizá), plisada, azul añil con detalles blancos; al darse cuenta, algunos, incluyendo hombres, se me acercaron para "chulearla", pero hubo quién se sintió con el derecho de decirme como debo vestir: alguien a quien creía de mente abierta por haber vivido en un país más liberal, por ser estudiado y leído, me hizo un comentario de mal gusto.


- Ése es el largo ideal que deben usar las mujeres.

 

A este comentario surgieron diferentes respuestas de las mujeres que nos encontrábamos en la cancha, le dije que se había visto súper machista con su comentario, a lo que respondió: “ésa no era mi intención, solo quería instruirte”.

 

¿Instruirme en qué? ¿En cómo debo vestirme para que tu vista, o tu moral recatada no se ofenda? ¡Wow! Según recuerdo, en los partidos de tenis profesional que he visto en la televisión, las tenistas usan faldas, shorts o vestidos mucho más cortos de los que tengo. O en las mismas olimpiadas, la ropa de deporte tiende a ser corta.

 

En alguna ocasión también hizo algún comentario sobre el largo de mi cabello. Ni siquiera mis padres me han hecho ese tipo de comentarios.

 

Pueden pensar que estoy dándole demasiada importancia a esto, y aunque así sea, es para mostrar que esto también es machismo; es una queja, no solo en contra de él, sino por todos los hombres y mujeres, que creen tener el derecho a decir que hacer con nuestro cuerpo, como vestir y comportarnos, si debemos o no maquillarnos, si les gusta el cabello largo, corto, suelto, pintado…

 

Es cierto que existe el dicho “de la moda lo que te acomoda”, pero no quiere decir que alguien más nos tenga que instruir, a menos que nosotros pidamos su opinión.

 

Los que me conocen saben que soy una mujer que no viste vulgar, considero que sé usar un escote o una prenda inferior corta. También saben que no suelo darle gusto a los demás, no sigo las reglas, me salgo de lo cotidiano, no me defino en los estándares que la sociedad impone.

 

Hoy, más que nunca, me siento cómoda con mi cuerpo, me gusta mi forma de vestir, yo decido si me dejo el cabello corto o si lo dejo crecer, si no me maquillo, si uso escote o ropa corta, si me tatúo o me opero, si me hago una perforación, si subo una foto en bikini o con burka.


Así es que, por favor, déjennos ser. Y si se sienten ofendidos por como nos vemos, no nos vean; por como pensamos y lo que decimos, no nos escuchen; por como actuamos, aléjense.


Gracias.

jueves, 17 de septiembre de 2020

Crónicas menstruales

Estoy segura de que muchas se sentirán identificadas con este texto y los hombres quizá nos comprendan un poco más cuando estamos en los “días de nena”.

Ya no me cuesta hablar sobre “la regla”, “vino Andrés”, “monstruación”, “marea roja”, “días rojos”... llamémosla por su nombre: menstruación, pero solía pensar que no era un tema agradable, me daba pena y asco, y es que en crecí en una época donde todavía era tabú hablar sobre sexualidad entre padres e hijos.

Empieza el martirio.

Mi primera menstruación no me causó alegría, al contrario, lloré mucho, ¿cómo podía entender y aceptar que mi cuerpo sangraría cada mes por 3 o 4 días a partir de ese momento y por los próximos... 30 años, usando las tan incómodas toallas sanitarias? Ah, y para el colmo, mi mamá en su emoción le habló por teléfono a las mujeres de la familia para contarles que me había convertido en una señorita; imaginen mi pena, frustración y molestia.

Desde esa vez, y como por medio año o quizá más, usaba toallas sanitarias todos los días por miedo a que me bajara estando desprevenida y tuviera un accidente, y durante la “llegaba Andrés” me daba pena la gente enterara, así es que evitaba moverme mucho, ¿qué tal que se me caía mientras iba al baño y toda la escuela la veía o me manchaba? Además crecí en un lugar de clima cálido y las toallas me causaban irritación. Sí, suena ridículo y exagerado, pero me volvía insegura en esos días.

Transcurrieron los primeros meses de señorita hasta la primera vez que me manché durmiendo: me había quedado a dormir en casa de una prima y al despertar tenía una mancha en mi pijama favorita, desde ese momento no volvería a dormir tranquila (sí, otra vez la exageración), hasta que conseguí toallas nocturnas enormes e incómodas, dormía de lado y en posición fetal para evitar accidentes, despertando con frecuencia al baño.

Así fue como terminé visitando a una psicóloga buscando aceptar el tema; y debo decir que si me ayudó, porque después de algunas sesiones me sentí un poco más tranquila y aprendía tomarlo como algo natural.

El tiempo pasó y llegó el momento de cursar la preparatoria. Mi uniforme era un pantalón de mezclilla clara con el jersey de la escuela. Conocí a unas chicas bastante relajadas que se convirtieron en mis amigas y me ayudaron a superar la primera vez que me manché en la escuela: durante una clase me moví un poco en mi silla y sentí el famoso bajón, sin pensarlo salí corriendo y me encerré  en el baño sin dejar de llorar, mis amigas notaron que me había ausentado por suficiente tiempo y entonces fuero a mi rescate consiguiendo que un compañero me prestara su chamarra para cubrirme y, pese a que todo el salón se había enterado, ninguno de mis compañeros lo mencionó ni hubo burlas.

En una ocasión mi hermana hizo una fiesta de cumpleaños con alberca y estaba en mis días, mis amigas me convencieron para nadar diciendo que se cortaba con el agua, no he comprobado el mito… en este momento pueden pensar que ya existían los tampones, sí, pero no podemos olvidar que su uso también estaba sumido a los tabúes, los prejuicios religiosos y la educación cerrada. Terminé usando tampones en la universidad y solo para ciertas ocasiones,  siempre respaldados por una toalla sanitaria porque a cierto tiempo escurrían.

Así pasaron los primeros largos años, hasta que en una reunión con amigas y charlando de “cosas sucias”, alguna mencionó que estaba en sus días y tenía que cambiarse la toalla, entonces las palabras mágicas brotaron de boca de otra, acompañadas por campanillas celestiales: ¿han escuchado sobre la copa menstrual? Todas negamos conocerla y ella nos platicó un poco más.

¿Acaso la vida se nos iba a resolver?

Pasó un poco de tiempo antes de que empezara a investigar sobre la copa menstrual – se escuchan campañas celestiales), hasta que una chica compartió un video con información en Facebook y me atreví a preguntarle y me compartió el link a la página donde la había comprado comentando que su vida había cambiado y ayudaba al medio ambiente.

Antes de tomar la decisión de comprarla, vi muchos videos sobre el tema y busqué información en diferentes páginas acerca del material del que está hecha, sobre su uso y cuidado, los pros y contras, testimonios, me tomé un tiempo y… redoble de tambores... su pedido ha sido confirmado... redoble de tambores... su pedido ha sido enviado... ¡MI PRIMERA COPA MENSTRUAL LLEGÓ! Elegí una copa americana, color rosa, talla grande, por eso del flujo abundante; también había comprado un cepillo de dientes para lavarla y una pequeña olla para esterilizarla.

Estaba lista para el gran día: respiré profundo, me armé de valor, volví a leer las instrucciones e intenté colocarla siguiéndolas y ¡NO PUDE! Lo intenté de nuevo con resultado negativo, me senté en el escusado y sentí unas lágrimas amargas y de coraje por mi fracaso, unos minutos después me preparé y me fui a la oficina, una vez más, con mi pañalera de toallas sanitarias en mi bolsa (solía llevar casi un paquete por día).

Me senté en mi escritorio con mi respectiva taza de té de manzanilla para los cólicos y le escribí a la chica para contarle mi triste historia y entre risas me dijo que la primera vez era normal, ella tampoco pudo, pero que lo intentara de nuevo, esta vez en poniéndome en cuclillas- Al día siguiente volví a respirar profundamente, me acomodé y ¡entróóó!

Ahora venía la parte psicológica. Todo empezó ligeramente bien pero sentía el tallo, me estorbaba un poco y no se me ocurrió cortarlo, pasada la tarde seguía sintiéndolo y entonces decidí retirar la copa antes de irme  a casa. No volví a usarla ese mes porque el flujo había disminuido. El segundo mes llegó y con él el circo para ponerla, recuerdo que ese día tendríamos un evento por parte de la oficina y estaría fuera hasta entrada la noche, así es que era perfecto para probar su eficiencia, pero nuevamente se sentía el tallo, traté de acomodarla pero no funcionó así es que la retiré.

Le di una oportunidad más al tercer mes, pero esta vez el tallo se ensartó y me lastimó. Me frustré mucho y pasó un tiempo hasta que la charla de la copa surgió de nuevo entre una amiga y yo, entonces me animé a buscar información de nuevo y pensé en comprar otra tallas. Mi segunda copa menstrual llegó: copa alemana, color morado, talla S. Primer día y a antes de las 8 horas escurrió, pensé que no la había colocado bien, pero pasó lo mismo al segundo día: me había quedado pequeña.

Esta vez decidí evitar los pensamientos y sentimientos negativos y,  a pesar de que era muy pequeña, la usé con frecuencia.

Al poco tiempo empecé a trabajar como coordinadora de grupos de viajes de corto recorrido y cada fin de semana salía de viaje y pasaba horas en camión o caminando, así fue como se convirtió en mi mejor aliada: era cómoda, me sentía limpia y fresca, y no había mal olor.

Pasó el primer año de la copa y en una reunión con mis mejores amigas, de esas que derivan en temas medio sucios y sin pena, les conté mi experiencia y les comenté que quería buscar otra de mejor tamaño porque la mía me quedaba pequeña. Una de ellas me escribió diciendo que también quería una y así nos pusimos a investigar sobre marcas, tallas, tipos, como si fuera la primera vez. Nos decidimos por una copa menstrual canadiense, color blanca talla 1.

¡Al fin encontré mi copa menstrual ideal! Y soy la más feliz del mundo mundial. Tengo 4 años de experiencia usándola y he ido a nadar (aún en el día fuerte), entreno tenis, corro, salto, en viajes largos es lo  mejor… y duermo la noche completa.

Adiós toallas sanitarias anatómicas para flujo abundante y nocturnas, adiós tampones, adiós calzones de abuelita, adiós… bueno, sólo uso un panti protector el primer día…  hola vida cómoda, limpia, fresca y ecológica.

Me sorprende la aceptación que ha tenido el producto en los últimos 5 años y, aunque la información es amplia todavía existe el temor a lo desconocido, hay chicas que prefieren seguir “a la antigüita”. Lo mejor es tener una amiga en quien confiemos, quien nos presente esta maravilla y nos guíe un poco las primeras veces.

Recomiendo totalmente su uso pues ha hecho mi vida más fácil y siento que contribuyo con el cuidado del medio ambiente. Actualmente podemos encontrar infinidad de marcas y tipos, solo es cuestión de informarse y tomar la decisión de experimentar algo nuevo que te va a cambiar la vida.

Su creador/a merece un lugar en el cielo, al lado del mismo Dios. demás, siento la satisfacción de contribuir con el medio ambiente.

 

 Kira


jueves, 13 de febrero de 2020

Los libros también se leen en grupo

Mi vida en CDMX había sido muy intensa, ocupada, acelerada, magnífica, artística… tenía el trabajo ideal, iba a museos y al teatro, conciertos de mis artistas favoritos, los mejores eventos culturales, artísticos y deportivos, convivía con mi familia paterna, e hice grandes amigos. Sin embargo, el ritmo de vida no me permitía leer con tanta frecuencia. Pero el año pasado me vi en la necesidad de mudarme a Chiapas, esto me causaba temor e incertidumbre pues todo me parecía extraño y ajeno, incluso la gente que conocía. Así es que decidí retomar algunas actividades, como entrenar tenis, y buscar otras para hacer que mi regreso fuese más fácil de asimilar.

Fue así como conocí a “Lecticultores”, pero ¿qué es Lecticultores? Un club de lectura. Había escuchado hablar de estos clubs y nunca pensé que llegaría a formar parte de uno porque, como dice mi Abuela paterna, "soy muy mamona con mis gustos literarios" y me causaba conflicto leer algo que no hubiera sido elegido por mí (sí, alguna vez tuve conflictos en mis clases de literatura por eso), pero decidí arriesgarme a conocer esta dinámica. ¿Qué podía perder?

Mi primera reunión con ellos fue hace un año, el 13 de febrero de 2019, en la cafetería del Fondo de Cultura Económica “José Emilio Pacheco”, se discutiría “La tregua” de Mario Benedetti. Lo había leído un par de años antes y lo recordaba perfectamente y con gran nostalgia y cariño, pues fue una lectura muy especial, no solo porque una amiga muy querida y yo empezamos a leerlo el mismo día sin haberlo planeado, sino porque la edición que leí pertenecía a la vasta biblioteca de mi papá y tenía una bella dedicatoria de él para mi mamá de un año antes de mi llegada.

¡Qué agradable sorpresa me llevé esa noche! Me encontré con un grupo de gente de distintas edades y profesiones unidos por el gusto a la lectura. Admito que al principio me sentí un poco temerosa e insegura, pues no sabría si encajaría, pero rápidamente me di cuenta de que había llegado al lugar ideal, sintiéndome cómoda y acogida.

La conversación empezó a fluir fácil y cálida, me sorprendía el nivel de detalle con el que comentaban algunos elementos del texto, los datos que compartieron sobre el contexto de la novela y del autor, las diversas opiniones que el libro generó.

Sin darnos cuenta pasamos de “La tregua” a hablar de música, política, religión, deportes, matemáticas… opinamos, escuchamos, discutimos miles de temas, ideas, compartimos comentarios, debatimos siempre con respeto y tolerancia, acompañados de una buena taza de café o un delicioso y aromático té. Recuerdo que pensé emocionada: “¡Wow! Tengo tanto que aprender de ellos”.

Ah, sí, desde 2018 tengo una gran pila de libros pendientes por leer (algunos los compré, otros fueron regalos de cumpleaños), porque el año pasado leí 18, entre los propuestos por los miembros del club y algunos de gusto personal; reencontré y retomé mi ritmo de lectura perdido, me aventuré por géneros que no habría leído por mi cuenta y conocí nuevos autores, especialmente latinoamericanos, fue un año de descubrimientos literarios, un año que me ha regalado gente maravillosa que tiene tanto que aportar y enseñarme, gente muy valiosa con la que puedo compartir infinidad de gustos en común.

Y bueno, como era de esperarse después de vernos cada jueves, pasamos de hablar de libros a ir al cine, viajar algún de fin de semana por los alrededores, asistir a conciertos y obras de teatro, salir a cenar, tomar vino, y otras actividades que nos han permitido formar lazos fuertes y sólidos, hoy convertidos en amistad.

Lecticultores ha aportado tanto a mi vida, la llena de letras, de alegría, de momentos mágicos e inolvidables, se convirtieron en familia. ¡Gracias por este año, secta lectora! Los quiero.


María José


miércoles, 19 de septiembre de 2018

México en Septiembre


Hace unos meses los mexicanos nos convertimos en enemigos, nos insultamos y nos burlamos unos de otros porque no tenemos la capacidad de tolerar y respetar a los que piensan de forma diferente.

Hoy revivimos tres episodios que marcaron a México en el corazón. Hoy recordamos que ante la fuerza de la naturaleza todos somos iguales: no reconoce clase social, estatus económico, apariencia, procedencia, formas de ser y pensar; pareciera ser más justa que nosotros. Tres veces en septiembre (7 y 19), en tres tiempos diferentes México perdió vidas, perdió patrimonio, y tres veces México ha luchado por reconstruirse, por levantarse desde los escombros y empezar de nuevo.

Hoy nos necesita más fuertes y unidos, hoy debemos de olvidar las diferencias banales y caminar juntos, hoy tenemos que volver a ser hermanos. #19S

Kira

miércoles, 1 de agosto de 2018

México indiferente durante años

No me gusta hablar de política públicamente por 3 razones:
1. No conozco lo suficiente del tema para expresar una opinión crítica, objetiva, justificada y/o suficientemente informada.
2. La política en México es un tema sucio y no voy a desgastar mis energías en él.
3. No hay tolerancia y respeto hacia el pensamiento diferente.

Pero no podía quedarme callada, una vez más, porque ya me cansé de leer tantos argumentos sin sentido, falsos, sobrados de indiferencia, burlas e insultos en redes sociales, todo porque no ganó el candidato que querían, así es que decidí escribir lo siguiente:

Durante años, los mandatarios y su descendencia se han burlado de nosotros y nos han insultado. Durante años, el gobierno de México nos ha robado descaradamente, nos ha cargado de impuestos excesivos, ha recortado porcentajes importantes de personal en sus dependencias, organismos e institutos, quizá algún conocido ha sido víctima, nos ha proporcionado malos servicios públicos: poblaciones sin agua, luz, electricidad, mala seguridad; le ha dado escuelas en condiciones precarias y hospitales sin insumos a la sociedad, nos ha hecho transitar por carreteras inservibles y vialidades llenas de baches, y no parece que nos importe. Durante años muchos hemos vivido con salarios miserables y condiciones laborales precarias; hemos visto el dólar a más de $20.00 y el alza del costo de la gasolina que causa el incremento del precio en servicios y productos. Durante años, hemos permitido el fraude y hemos sido parte de la corrupción, hemos permitido la discriminación y el racismo hacia los pueblos indígenas, las mujeres, los adultos mayores y los niños, vemos a millones de mexicanos viviendo en pobreza extrema, sin acceso a vivienda digna, alimentación, educación, seguridad y salud, pero no les tendemos una mano. Durante años, el gobierno ha mantenido una guerra sucia contra el narco que ha cobrado miles de vidas inocentes, fue partícipe de masacres de estudiantes e indígenas, desapareció a otros estudiantes, permitió que los disolvieran en ácido, que día a día aparezcan decapitados, ahorcados, despedazados, en puentes, terrenos, fosas clandestinas, miles de feminicidios, niños con cáncer inyectados con agua, tráfico de menores, periodistas muertos, y no alzamos la voz porque no son cercanos a nosotros. Durante años solo hacemos comentarios como: por puta la mataron, por drogadictos los desaparecieron, por flojos, porque quieren todo del gobierno, por morenos, por nacos, por chairos y derechairos... pensar así es permitir y estar de acuerdo en que todo eso siga sucediendo. Nos burlamos de un niño por sus gustos y formas de expresión y eso es parte de permitir que nuestra niñez sea violentada, violada, masacrada: la burla también es violencia. 

Hoy grito: ¡BASTA! ¿No se dan cuenta de que están mostrando y desahogando todo el odio y resentimiento que han guardado y acumulado durante años y ahora lo quieren desquitar con quienes no han asumido el cargo? Lo hacemos evidente en el momento en el que recurrimos a una injuria para referirnos a algún individuo, cosa o situación. Nos vemos, leemos y sonamos ridículos.

Ah, pero ahora nos sentimos con el derecho de exigir que se arregle todo el desmadre que permitimos que hicieran con México y fingimos ser "intelectualmente superior” porque aparentemente estamos informados por el excesivo bombardeo de noticias, en gran medida falsas, y creemos tener la verdad absoluta. No nos engañemos: no nos importa el futuro y el bienestar de México, no nos importa su gente, no nos importa su economía, sus recursos naturales, su flora y fauna, sus tradiciones... solo nos importa seguir viviendo en la mediocridad y en el engaño, tener dinero para la "peda" y creer que México está bien porque aparentemente no nos hace falta nada. Si en serio nos preocupara el país, estaríamos vigilando el cierre de esta administración para ver en qué condiciones lo van a entregar. Que HIPÓCRITAS somos.

México somos todos, no solo nosotros mismos y nuestra falsa comodidad. No necesitamos otro terremoto o una catástrofe mayor para entender que tenemos que mantenernos unidos, porque eso tampoco sirvió. 

Lo que me duele de México es su gente.

Y bueno, como dice el pueblo: a quien le quede el saco, que se lo ponga.

¡Suerte México, somos muchos los que te queremos ver bien, ver grande!

Kira

martes, 12 de junio de 2018

Hablando de Política

Recientemente, por cuestiones políticas, alguien a quien consideraba importante en mi vida me dejó de hablar y privaron de su trabajo a un familiar muy querido para mí. Estos acontecimientos han hecho que el siguiente pensamiento ronde constantemente por mi mente: la política saca lo peor de nosotros.

Por todos lados se lee, escucha y ve mucho odio y resentimiento. Nos burlamos e insultamos a los demás porque creemos tener la verdad absoluta. “Discurso de Odio”, le llaman.  No somos mejores, ni más inteligentes que el resto por votar por X o Y. Todos somos iguales con condiciones y oportunidades diferentes.

Tenemos derecho de expresar lo que pensamos y sentimos, y debatir temas es delicioso y enriquecedor. Sin embargo, existe gente que se ofende y toma de forma personal las opiniones ajenas  y otros que se esmeran en intentar cambiar la forma de pensar de los demás.

No podemos ver a la política como una forma de dirigir nuestra vida, nuestras relaciones sociales, nuestras acciones, etc. Nos enojamos, peleamos con otros, criticamos, pero ¿qué estamos ganando?

Cuando la gente habla o escribe sobre política deja ver un poco de su educación, valores, forma de sentir y pensar, muchos me han decepcionado. Y sí, esto también es una autocrítica para mí.

Las diferencias de pensamiento y opinión son parte de la riqueza del ser humano y del mundo al que pertenecemos. No existirían tantos inventos que nos han mejorado la vida, diferentes géneros musicales y literarios, expresiones artísticas, deportes... hasta partidos políticos, de no ser por el pensamiento variado y libre.

Creo que la política es una buena forma de practicar la tolerancia y el respeto hacía el derecho y la libertad que tenemos de pensar y expresarnos de forma diferente.

No importa quien llegue al poder y como lo haga: si fue elegido por nosotros o impuesto, al final los políticos se reirán de nosotros y las cosas en México no cambiarán si no empezamos por ser más solidarios, tolerantes, respetuosos entre nosotros mismos y nuestro entorno.


Y bueno, terminaré citando esta gran frase, para que reflexionemos un poco sobre la Libertad de Expresión: “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.”, The Friends of Voltaire, Evelyn Beatrice Hall.


Kira

miércoles, 7 de marzo de 2018

Y tú ¿qué piensas de México cuando vas en Metrobús?

Decidí ser usuario del Metrobús desde que descubrí que ahorro en tiempo, dinero y estrés, pues ahora vivo a 20 minutos, o menos, de la oficina. Es una maravilla moverse de un punto a otro en poco tiempo en esta ciudad tan saturada de gente y automóviles viviendo en un constante atolladero.

Sin embargo, no todo es felicidad, porque, a través de experiencia, he podido observar la falta de educación, respeto, empatía, tolerancia, solidaridad, la indiferencia, de los usuarios, incluyéndome.

En una ocasión me encontraba formada para ir a casa en Metrobús y el primer vagón que se paró iba un poco lleno, a un lado mío estaba una familia esperando también: mamá, hijo mayor e hijo menor en silla de ruedas con visible problema motor. Las puertas se abrieron y la gente creó un caos en el que nadie podía salir o entrar y, pese a que muchos de los que iban ocupando el lugar destinado a personas con alguna discapacidad, vieron a la familia, ninguno tuvo la decencia de hacer espacio para que subieran. En la cara de la familia, especialmente la del pequeño pude ver la decepción instantánea que esto provocó, sumado al cansancio que mostraban sus rostros. El niño hizo gestos de reclamo cuando el Metrobús arrancó y su hermano y mamá lo consolaron diciendo que pronto llegaría otro. Entonces me pregunté: ¿Cuánto tiempo estarían esperando hasta que pasó el siguiente semivacío y pudieron ingresar? Sentí tanto coraje, tristeza e impotencia por no haber hecho algo para ayudarlos.

Esto me llevó a observar con mayor atención y reflexionar sobre el uso que damos al transporte público en el país, especialmente en el Metrobús:

Algunos vamos saliendo del trabajo, otros irán rumbo a su jornada, estamos cansados, con ganas de llegar a nuestro hogar a descansar, a cenar, llegar puntual al trabajo, a alguna reunión, etc., no somos los únicos.

Formados y en espera del Metrobús, llevas algún tiempo parado o sentado, rodeado de gente con la misma necesidad que tú y, ¡Oh, sorpresa, el Metrobús va a reventar!, no entra ni una mosca: hay tráfico, llovió, una marcha, no importa; como si fuera el último que va a pasar en el día o fuese el fin del mundo, todos nos queremos subir sí o sí, sin importar si en el intento no dejamos que bajen los que lo requieren, sin importar si lastimamos, agredimos, empujamos a los demás. ¿Por qué la agresión?

Y qué decir del uso de los primeros vagones del Metrobús que, se supone y es muy claro, están destinados para el sexo femenino, mujeres embarazadas, mamás y papás con menores de edad, adultos mayores de ambos sexos, personas con capacidades diferentes. ¿Por qué el abuso?

¿Qué tal los que se hacen los dormidos para no ceder su lugar, no importa siquiera si a su lado va parado un adulto mayor, sea hombre o mujer? O las mujeres y su indiferencia al ver a un hombre cargando un bebé. ¿Querían igualdad? Ceder el asiento a un papá con bebé en brazos o aun adulto mayor del sexo masculino es igualdad.

¿Por qué los padres de familia que llevan a los hijos no tan pequeños sentados en un lugar, mientras una mujer embarazada, adulto mayor, papá/mamá con hijo en brazos, no les enseñan a cederlo? No se vayan a quedar paralíticos por ir parados un par de estaciones. Pero no, les enseñan a ser "gandallas" desde pequeños.

¡Ah!, y no olvidarnos de los que pasan golpeando y empujando porque tienen que bajarse en la siguiente parada y no estaban listos, ¿es muy difícil decir con permiso?. y otros que se paran frente a la puerta, aunque no vayan a bajar por un buen rato, y no dejan que los demás puedan entrar o salir.

¿Qué tiene que pasar para que esto cambie? ¿Qué es lo peor que podría suceder si todos empezáramos a ser más amables? México nos necesita, necesita que seamos más generosos, respetuosos, empáticos, amables entre nosotros, y no solo en cuestiones de transporte.

No podemos ir por la vida siendo tan indiferentes. El cambio está en nosotros y es nuestra responsabilidad.

y tú, ¿qué piensas de México cuando vas en Metrobús?

Kira