Estoy segura de
que muchas se sentirán identificadas con este texto y los hombres quizá nos
comprendan un poco más cuando estamos en los “días de nena”.
Ya no me cuesta
hablar sobre “la regla”, “vino Andrés”, “monstruación”, “marea roja”, “días
rojos”... llamémosla por su nombre: menstruación, pero solía pensar que no era
un tema agradable, me daba pena y asco, y es que en crecí en una época donde
todavía era tabú hablar sobre sexualidad entre padres e hijos.
Empieza el
martirio.
Mi primera
menstruación no me causó alegría, al contrario, lloré mucho, ¿cómo podía
entender y aceptar que mi cuerpo sangraría cada mes por 3 o 4 días a partir de
ese momento y por los próximos... 30 años, usando las tan incómodas toallas
sanitarias? Ah, y para el colmo, mi mamá en su emoción le habló por teléfono a
las mujeres de la familia para contarles que me había convertido en una
señorita; imaginen mi pena, frustración y molestia.
Desde esa vez,
y como por medio año o quizá más, usaba toallas sanitarias todos los días por
miedo a que me bajara estando desprevenida y tuviera un accidente, y durante la
“llegaba Andrés” me daba pena la gente enterara, así es que evitaba moverme
mucho, ¿qué tal que se me caía mientras iba al baño y toda la escuela la veía o
me manchaba? Además crecí en un lugar de clima cálido y las toallas me causaban
irritación. Sí, suena ridículo y exagerado, pero me volvía insegura en esos
días.
Transcurrieron
los primeros meses de señorita hasta la primera vez que me manché durmiendo: me
había quedado a dormir en casa de una prima y al despertar tenía una mancha en
mi pijama favorita, desde ese momento no volvería a dormir tranquila (sí, otra
vez la exageración), hasta que conseguí toallas nocturnas enormes e incómodas,
dormía de lado y en posición fetal para evitar accidentes, despertando con
frecuencia al baño.
Así fue como
terminé visitando a una psicóloga buscando aceptar el tema; y debo decir que si
me ayudó, porque después de algunas sesiones me sentí un poco más tranquila y
aprendía tomarlo como algo natural.
El tiempo pasó
y llegó el momento de cursar la preparatoria. Mi uniforme era un pantalón de
mezclilla clara con el jersey de la escuela. Conocí a unas chicas bastante
relajadas que se convirtieron en mis amigas y me ayudaron a superar la primera
vez que me manché en la escuela: durante una clase me moví un poco en mi silla
y sentí el famoso bajón, sin pensarlo salí corriendo y me encerré en el baño sin dejar de llorar, mis amigas
notaron que me había ausentado por suficiente tiempo y entonces fuero a mi
rescate consiguiendo que un compañero me prestara su chamarra para cubrirme y,
pese a que todo el salón se había enterado, ninguno de mis compañeros lo
mencionó ni hubo burlas.
En una ocasión
mi hermana hizo una fiesta de cumpleaños con alberca y estaba en mis días, mis
amigas me convencieron para nadar diciendo que se cortaba con el agua, no he
comprobado el mito… en este momento pueden pensar que ya existían los tampones,
sí, pero no podemos olvidar que su uso también estaba sumido a los tabúes, los
prejuicios religiosos y la educación cerrada. Terminé usando tampones en la
universidad y solo para ciertas ocasiones,
siempre respaldados por una toalla sanitaria porque a cierto tiempo
escurrían.
Así pasaron los
primeros largos años, hasta que en una reunión con amigas y charlando de “cosas
sucias”, alguna mencionó que estaba en sus días y tenía que cambiarse la
toalla, entonces las palabras mágicas brotaron de boca de otra, acompañadas por
campanillas celestiales: ¿han escuchado sobre la copa menstrual? Todas negamos
conocerla y ella nos platicó un poco más.
¿Acaso la vida
se nos iba a resolver?
Pasó un poco de
tiempo antes de que empezara a investigar sobre la copa menstrual – se escuchan
campañas celestiales), hasta que una chica compartió un video con información
en Facebook y me atreví a preguntarle y me compartió el link a la página donde
la había comprado comentando que su vida había cambiado y ayudaba al medio
ambiente.
Antes de tomar
la decisión de comprarla, vi muchos videos sobre el tema y busqué información
en diferentes páginas acerca del material del que está hecha, sobre su uso y
cuidado, los pros y contras, testimonios, me tomé un tiempo y… redoble de
tambores... su pedido ha sido confirmado... redoble de tambores... su pedido ha
sido enviado... ¡MI PRIMERA COPA MENSTRUAL LLEGÓ! Elegí una copa americana,
color rosa, talla grande, por eso del flujo abundante; también había comprado
un cepillo de dientes para lavarla y una pequeña olla para esterilizarla.
Estaba lista
para el gran día: respiré profundo, me armé de valor, volví a leer las
instrucciones e intenté colocarla siguiéndolas y ¡NO PUDE! Lo intenté de nuevo
con resultado negativo, me senté en el escusado y sentí unas lágrimas amargas y
de coraje por mi fracaso, unos minutos después me preparé y me fui a la
oficina, una vez más, con mi pañalera de toallas sanitarias en mi bolsa (solía
llevar casi un paquete por día).
Me senté en mi
escritorio con mi respectiva taza de té de manzanilla para los cólicos y le
escribí a la chica para contarle mi triste historia y entre risas me dijo que
la primera vez era normal, ella tampoco pudo, pero que lo intentara de nuevo,
esta vez en poniéndome en cuclillas- Al día siguiente volví a respirar
profundamente, me acomodé y ¡entróóó!
Ahora venía la
parte psicológica. Todo empezó ligeramente bien pero sentía el tallo, me
estorbaba un poco y no se me ocurrió cortarlo, pasada la tarde seguía
sintiéndolo y entonces decidí retirar la copa antes de irme a casa. No volví a usarla ese mes porque el
flujo había disminuido. El segundo mes llegó y con él el circo para ponerla,
recuerdo que ese día tendríamos un evento por parte de la oficina y estaría
fuera hasta entrada la noche, así es que era perfecto para probar su
eficiencia, pero nuevamente se sentía el tallo, traté de acomodarla pero no
funcionó así es que la retiré.
Le di una
oportunidad más al tercer mes, pero esta vez el tallo se ensartó y me lastimó.
Me frustré mucho y pasó un tiempo hasta que la charla de la copa surgió de
nuevo entre una amiga y yo, entonces me animé a buscar información de nuevo y
pensé en comprar otra tallas. Mi segunda copa menstrual llegó: copa alemana,
color morado, talla S. Primer día y a antes de las 8 horas escurrió, pensé que
no la había colocado bien, pero pasó lo mismo al segundo día: me había quedado
pequeña.
Esta vez decidí
evitar los pensamientos y sentimientos negativos y, a pesar de que era muy pequeña, la usé con
frecuencia.
Al poco tiempo
empecé a trabajar como coordinadora de grupos de viajes de corto recorrido y
cada fin de semana salía de viaje y pasaba horas en camión o caminando, así fue
como se convirtió en mi mejor aliada: era cómoda, me sentía limpia y fresca, y
no había mal olor.
Pasó el primer
año de la copa y en una reunión con mis mejores amigas, de esas que derivan en
temas medio sucios y sin pena, les conté mi experiencia y les comenté que
quería buscar otra de mejor tamaño porque la mía me quedaba pequeña. Una de
ellas me escribió diciendo que también quería una y así nos pusimos a investigar
sobre marcas, tallas, tipos, como si fuera la primera vez. Nos decidimos por
una copa menstrual canadiense, color blanca talla 1.
¡Al fin
encontré mi copa menstrual ideal! Y soy la más feliz del mundo mundial. Tengo 4
años de experiencia usándola y he ido a nadar (aún en el día fuerte), entreno
tenis, corro, salto, en viajes largos es lo
mejor… y duermo la noche completa.
Adiós toallas
sanitarias anatómicas para flujo abundante y nocturnas, adiós tampones, adiós
calzones de abuelita, adiós… bueno, sólo uso un panti protector el primer
día… hola vida cómoda, limpia, fresca y
ecológica.
Me sorprende la
aceptación que ha tenido el producto en los últimos 5 años y, aunque la
información es amplia todavía existe el temor a lo desconocido, hay chicas que
prefieren seguir “a la antigüita”. Lo mejor es tener una amiga en quien
confiemos, quien nos presente esta maravilla y nos guíe un poco las primeras
veces.
Recomiendo
totalmente su uso pues ha hecho mi vida más fácil y siento que contribuyo con
el cuidado del medio ambiente. Actualmente podemos encontrar infinidad de
marcas y tipos, solo es cuestión de informarse y tomar la decisión de
experimentar algo nuevo que te va a cambiar la vida.
Su creador/a
merece un lugar en el cielo, al lado del mismo Dios. demás, siento la
satisfacción de contribuir con el medio ambiente.
Kira